La visión es, sin lugar a dudas, nuestro primer y más preciado vínculo con el mundo. En mi experiencia en el ámbito de la seguridad laboral, he constatado la importancia de mantener intacta esta ventana que nos permite ver a nuestros seres queridos, interactuar con nuestro entorno y descifrar casi el 80% de la información que procesamos a diario. Por ello, prestar atención a la protección ocular se transforma en una necesidad imperiosa tanto en el trabajo como en el hogar.
Ante una lesión causada por salpicaduras –ya sea de productos químicos, líquidos calientes o sustancias corrosivas–, la respuesta inmediata es fundamental. Es indispensable lavar los ojos con abundante agua durante un mínimo de 15 minutos, recorriendo con la mirada la ubicación y funcionamiento de los lavaojos de emergencia. Independientemente de si la lesión se percibe como leve, acompañarlo con una evaluación en sala de emergencias y una consulta con un especialista oftalmólogo resulta prudente. Estas acciones tempranas pueden marcar la diferencia en la recuperación y en la preservación de nuestra capacidad visual.
El ambiente laboral expone a múltiples riesgos que pueden afectar la integridad de nuestros ojos. Desde salpicaduras durante el trasvase o limpieza de químicos, hasta impactos por partículas sólidas generadas en actividades que involucran herramientas como amoladoras o sierras, el espectro de agresiones es amplio. Asimismo, la exposición a radiaciones no ionizantes, propias de actividades como la soldadura o el uso de láser, y el trabajo en atmósferas contaminadas por polvos, gases o humos, demandan contar con equipos de protección ocular específicos para cada situación.
La elección del equipo protector adecuado es clave. Anteojos semirrígidos con protección lateral, antiparras de ajuste flexible, visores faciales o máscaras para soldar son algunas de las opciones diseñadas para barrera ante estos riesgos. Es responsabilidad del empleador garantizar que cada trabajador disponga del protector óptimo, pero también recae en el usuario el compromiso de utilizarlo de forma continua mientras se encuentre en zona de peligro. Cuidar y mantener en buenas condiciones estos equipos –limpiándolos con productos neutros y guardándolos apropiadamente cuando no se utilizan– asegura que su efectividad se mantenga a lo largo del tiempo. Para quienes utilizan anteojos recetados, es esencial coordinar con sus superiores la incorporación de protectores especiales que se ajusten a sus necesidades visuales.
Adoptar una cultura de prevención y autocuidado no es solo una cuestión de cumplir normativas, sino de proteger el recurso vital que son nuestros ojos. La vigilancia constante y el uso correcto de equipos de protección son estrategias que reducen significativamente la gravedad de las lesiones en el entorno laboral y en el hogar. Cuidar la vista es también preservar nuestra capacidad para seguir construyendo, creando y disfrutando de cada momento, tanto en lo profesional como en lo personal.
Comentarios
Publicar un comentario