A menudo se asocia a la ergonomía exclusivamente con la comodidad del trabajador, con ajustar una silla o regular la altura de un monitor. Sin embargo, esta disciplina va mucho más allá y representa una herramienta estratégica para la gestión integral de la salud laboral. Incorporarla de manera transversal en las políticas de una organización no solo reduce accidentes y enfermedades profesionales, sino que impacta directamente en la productividad y en la calidad del trabajo.
En la actualidad, muchas empresas comienzan a comprender que los trastornos musculoesqueléticos no son una consecuencia inevitable del trabajo, sino el resultado de condiciones mal diseñadas o poco adaptadas a las características del trabajador. De hecho, uno de los ejes centrales del enfoque ergonómico es la adecuación del trabajo a la persona, y no al revés. Este principio, aunque básico, suele ser ignorado en muchas prácticas empresariales.
Un aspecto fundamental de la ergonomía es su carácter preventivo. Cuando se la incorpora desde las etapas tempranas del diseño de los puestos, se evitan luego intervenciones costosas y reactivas. Por eso, resulta clave su integración en las áreas de planificación y en los procesos de evaluación de riesgos. En esta línea, implementar un Protocolo de Ergonomía permite sistematizar las acciones, establecer criterios de priorización y garantizar un enfoque coherente dentro de la organización.
Este protocolo contempla, entre otras cosas, la identificación de factores de riesgo ergonómico, la evaluación técnica con metodologías validadas y la planificación de mejoras estructurales, organizativas o formativas. Además, promueve la participación activa de los trabajadores en el análisis de sus propias tareas, un componente clave para detectar problemáticas que no siempre se evidencian a simple vista.
Otro elemento que no puede pasarse por alto es la formación. La capacitación en ergonomía no debe limitarse al personal técnico; también es imprescindible formar a mandos medios y responsables de área, quienes muchas veces toman decisiones que impactan directamente en el diseño de los puestos y la asignación de tareas.
En contextos como el argentino, donde las normativas sobre ergonomía se están robusteciendo —como con la incorporación de la Res. 886/15 y sus anexos—, resulta vital que las empresas avancen hacia una implementación efectiva, más allá del cumplimiento formal. La madurez en la gestión ergonómica no se mide por el volumen de informes, sino por los cambios tangibles en las condiciones de trabajo y en la salud de quienes lo realizan.
Abordar la ergonomía desde una mirada estratégica no solo es un acto de responsabilidad social empresarial, sino una apuesta inteligente por la sustentabilidad y la eficiencia operativa. Porque cuidar a las personas nunca es un gasto: es una inversión.
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