Cuando pensamos en ergonomía, la imagen típica que aparece es la de un trabajador de oficina frente a una pantalla. Sin embargo, reducir la ergonomía a ese escenario es limitar su potencial. Hoy, el verdadero desafío para los profesionales del área está en su aplicación efectiva en entornos dinámicos, con tareas físicas, repetitivas o que involucran esfuerzo físico considerable.
En sectores como la construcción, la logística o el montaje industrial, los riesgos ergonómicos se multiplican: movimientos repetitivos, manipulación manual de cargas, posturas forzadas o trabajos con herramientas en altura. Y muchas veces, estos riesgos están tan naturalizados que pasan inadvertidos tanto para operarios como para supervisores.
Es justamente ahí donde el enfoque ergonómico debe volverse protagonista. Observar, relevar y analizar los gestos técnicos reales de las tareas en campo permite visibilizar problemáticas que de otra forma quedarían ocultas. La observación directa, los intercambios con los trabajadores y la utilización de herramientas de evaluación estandarizadas como RULA, REBA o NIOSH, son fundamentales para comprender cómo se desarrolla el trabajo realmente —más allá de los procedimientos escritos.
Implementar mejoras ergonómicas en estos entornos requiere creatividad y trabajo en equipo. Muchas veces, no se trata de grandes inversiones en equipamiento, sino de reorganizar tareas, distribuir los tiempos de exposición, ajustar herramientas o brindar formación específica sobre técnicas de levantamiento seguro. Pequeños cambios pueden generar un gran impacto en la salud a largo plazo.
También es clave contar con un protocolo que oriente la gestión. Un buen protocolo no solo define pasos técnicos —como la evaluación y el seguimiento—, sino que establece criterios claros para la priorización de intervenciones, según la criticidad del riesgo y el número de personas expuestas. Esta sistematización mejora la trazabilidad, facilita la comunicación con la línea jerárquica y aporta solidez frente a auditorías o inspecciones.
Finalmente, un punto que no siempre se destaca: la ergonomía bien aplicada mejora la percepción del trabajador sobre su entorno laboral. Sentirse escuchado, notar que las mejoras tienen en cuenta su experiencia y ver que su salud es valorada, genera sentido de pertenencia, reduce el ausentismo y mejora el clima organizacional.
La ergonomía no es un lujo ni un complemento. Es una herramienta poderosa que, cuando se aplica en tareas no tradicionales, demuestra su verdadero alcance: transformar el trabajo desde la experiencia real de quienes lo hacen todos los días.
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